miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuento 12. Descansa en paz, mariposa.


Descansa en paz, mariposa.

Hace frío.
Los cristales están quejicosos, por qué el sol tarda en asomarse, y parecen llorar  igual que yo lágrimas que dejan huellas.
Quizá, Mirna no venga hoy, no ha contestado mi llamada.
Dijo que vendría hoy y me enseñaría su nuevo tesoro.
Le conté que yo he perdido el mio.
Me quedé dormida y ya era tarde. El pequeño insecto no había soportado estar encerrado en la caja, y se había ido apagando como la vela de mi mesita de noche, sin hacer ruido, con el alma rota por morir en un lugar desconocido.
Siento pena, quizás hubiera vivido mucho más de no ser por qué yo quise capturar su belleza.
Siempre envidiamos lo que tenemos.
Pobre mariposa, hermosa, frágil, inocente.
La guardaré en su tumba de cartón, para enterrarla en un jardín de delicadas flores.
Seguro que a ella le hubiera gustado volar por el. Seguro, que así ella me perdonará por capturarla.
Decido asomarme por la ventana y el viento golpea mi cara y me revuelve el cabello.
Ojala pudiera mi ángel caído alzar el vuelo de nuevo.
Camino por el jardín, y entierro mi pequeño tesoro de muerte entre una selva de rosas, mientras caen y se oyen, lágrimas de cristal , oraciones de perdón y buena suerte.
Descansa en paz, dulce mariposa.
Oigo pasos.
Por fin Mirna ya viene.

lunes, 1 de octubre de 2012

Cuento 11. Las apreciaciones de la mente.


Las apreciaciones de la mente.


Desde el momento en que cruzó la calle dando por terminada la conversación con su caminar apresurado,  ceño fruncido y cabeza cabizbaja, su mirada había dejado de reflejar el jubilo y la alegría por la vida. 
Otro vez, su humor cambiante le dirigía sin remedio a tener uno de esos días, en los que ni siquiera el mismo quería su compañía.
¿Buscaba la aceptación, de los otros?
Quizás.
El, no lo sabía o no quería pensar que lo sabía, era más fácil seguir quejándose y auto compadeciendose por qué los demás no eran lo buenos, que el había esperado. Seguramente, idealizaba a la gente demasiado, y luego, cuando estos no cumplían sus expectativas  las decepciones que se llevaba hacían añicos sus sueños y anteriores creencias, dejando profundas heridas en su ya deteriorada cabeza.
El intentaba emular a su personal ser, "modelo ideal" de hombre.
 Este, se trataba de un tipo serio, introvertido, sincero, natural, pero sobre todo una persona buena, y dispuesta siempre, a ayudar. El era así, creía serlo, o al menos lo intentaba, en todos los aspectos.
 No hablaba o procuraba no hablar mal de los otros, y si lo hacía era por qué algún motivo tenía, desde su subjetivo punto de vista.
 Se comportaba correctamente con todo el mundo e intentaba ser justo en todas las facetas de su vida.
 No entendía un mundo donde la gente deja morir a los niños de hambre, mientras otros tiran la comida. Ni las razones para vivir en un lugar que fomenta el individualismo, el bienestar único y propio, convirtiendo el quehacer cotidiano en un duelo constante de supervivencia del más apto.
¿Donde había ido a parar la solidaridad? ¿Como es posible irse a dormir cuando tu vecino esta matando a golpes a su mujer? ¿Como descansas en tu cama resguardado del frío nocturno mientras decenas de personas viven en la calle?
¿Cuando el ser humano dejó de comportarse como humano?
Sus momentos de oció los ocupa dejando libre albedrío a su cerebro enfermizo. No logra entender a la humanidad, le supone un esfuerzo constante de preguntas y respuestas que el mismo se formula para apaciguar su espíritu atormentado.
¿Que puede hacer un simple mortal para cambiar la realidad que le abruma?
Cierra los ojos y deja que el peso del mundo caiga sobre sus espaldas.Se siente juez y también verdugo.
A veces es duro ser tan perfecto y necesita un desahogo similar al de la rabieta de un niño, para poder seguir llevando a cuestas su pesada carga autoimpuesta.
Inconformista ,crítico que roza lo patológico en cada uno de sus pensamientos. Su locura le convierte a veces en caballero noble, digno de los placeres terrenales, semidiós capaz de perdonar o condenar al resto de seres, que inferiores no saben ni actúan como el lo haría.
 Esos son días de bonanza en los que su autoestima se comporta como heroína voladora capaz de alcanzar la nube más alta.
Pero cuando se equivoca no hay nadie que lo castigué con más dureza que su propio yo. Se tortura rememorando hasta el infinito cada gesto, palabra, acción inadecuada y se sumé en un hondo pesar que le lleva a imaginar la solución a su sufrimiento con un suicidio planificado, que dará fin al dolor y a su misera existencia.
Pero para eso hace falta valor y no dejar cargas familiares. Y el tiene una cosa, pero la otra, le impide actuar impulsivamente.
Otro día cualquiera.
Se levanta y, empieza a escudriñar cada gesto, cada palabra en los demás, sobre todo en los desconocidos o poco conocidos, ya que con ellos tiene que fingir y esconder su personalidad la mayor parte del tiempo. Con los más allegados suele ser más natural, pero hay que ser precavido, ya que también se ha llevado varios desengaños.
Hecho esto, ya puede sacar sus propias conclusiones, que serán en la mayor parte de los casos acertadas, desde su interior percepción mundana.
-Pepe me ha mirado mal no quiere hacerlo, pensó.
 En ese momento se debate en su mente, si dicha apreciación de ese gesto es correcta o no. Sabe que como familiar suyo, puede mostrar su yo, más natural, pero se siente colérico y terriblemente engañado, piensa que debe ser cauto y no actuar precipitadamente ya que esta actitud, nunca le ha favorecido .
Hace un mes había ayudado a su primo prestándole dinero, y consideraba que ahora podía cobrarse el favor que le había hecho. Ahora el, también necesitaba ayuda.
 En eso consiste la norma de reciprocidad, (yo te ayudo, y tu me ayudas) algo obvio para un modelo ideal de persona, pero inapreciable para su primo Pepe.
Solo le pedía que le acompañará en sus visitas a la residencia para ver a su padre, durante un tiempo. Hasta que dejase de sentirse culpable por haberlo llevado a un geriátrico tras la muerte de su madre. Necesitaba el apoyo familiar, la reafirmación,  de que lo que hacía era lo correcto y que el, finalmente no era un mal hijo. Simplemente ahora no podía hacerse cargo de nadie, ni siquiera de si mismo.
Escuchó en silencio atentamente la respuesta de Pepe, mientras veía romperse de nuevo sus expectativas.
Este se había negado, dando mil excusas, cada cual más estúpida.
Otra vez, el egoísmo humano ganaba terreno, otra vez, el mundo lo había defraudado.