miércoles, 20 de junio de 2012

Cuento 2. Silbando al viento de Abril.




Silbando al viento de Abril





Me llamó Abril, y tengo 10 años. Vivo con mis padres en un apartamento junto a la playa en un pequeño pueblo pesquero de Galicia.
Mi nombre se lo debo al mes de mi nacimiento, y a que en mi familia, viene siendo una tradición poner a los recién llegados, nombres de meses, ciudades,  países, o lo que sea, que forme parte de ciertas casualidades relacionadas con la fecha y momento de nuestra natividad. Sin más os diré que mi prima pequeña, se llama Florencia, porqué vino al mundo un día 5 de junio, que es la fecha en la que se celebra este santoral, además sus papas, mis tíos, fueron de viaje de novios a Florencia, por lo que el destino... llamémosle.. tía Julia, y tío Pedro, decidieron que ese era el único nombre posible para su primogénita, y la verdad, creo que hicieron bien.
Pero bueno, esta historia no es para hablaros de las peculiaridades de los nombres de mi familia, sino de algo mucho más interesante, que me sucedió esta primavera, justamente en el mes que lleva mi nombre, Abril.
Como dije antes, yo vivo en Galicia, concretamente en Baldaio, que es un lugar con abundante fauna, flora, hermosas playas y rincones mágicos además de secretos, que solo conocemos algunos lugareños.
Un día, después de finalizada la escuela, me entretuve dando un paseo por la playa, y descubrí una pequeña caracola de mar, que estaba cubierta de algas y semi enterrada en la arena. Me llamó la atención su color dorado, y que tuviera un tamaño bastante reducido.La saqué con cuidado de no romperla y la limpié lo mejor que pude. Alrededor suyo tenía varios orificios, cosa que me hizo pensar que bien podría cumplir la función de un instrumente musical, o quizás también como parte de un collar.
Decidida la recogí y me la guardé en el bolsillo con la intención de llevármela a casa para examinarla más detenidamente, y pensar sobre el uso que podía darle. Pero era imposible, de una forma inexplicable mi bolsillo parecía tener el peso de una tonelada de caracolas y yo era incapaz de avanzar con ella ni siquiera un paso. No quería dejarla pero, tampoco podía llevármela, así que me senté ahí mismo justo en el lugar que la encontré y me la acerqué a la boca, para ver si emitía algún sonido. De una forma inesperada de la caracola empezó a salir un dulce silbido, como el de una flauta, al mismo tiempo que empezó a soplar el viento de una manera extraña, el mar se agitaba, mientras los peces parecían hacer piruetas sobre las olas, como dándome la bienvenida. Solté la caracola de golpe y quise correr asustada, pero el viento parecía susurrar mi nombre: Abril, abril!
Me detuve, y volví a dejar la caracola en el mismo lugar donde la encontré la volví a enterrar y la envolví con las algas, que antes le había quitado.
Después de aquel día he vuelto a este lugar todos los días y llevó a cabo mi pequeño ritual;
Recojo la caracola la limpio, y la sopló, mientras espero que el viento vuelva a silbar mi nombre.... Abril, abril!!! Pero ahora ya no tengo miedo, sé que es la manera en que la playa me llama para que yo silbé con el dulce sonido de la caracola, mientras los peces juegan con las olas.
El viento me ha dicho que quiere que cuide la playa, que cuide de este rincón de Galicia, para que la belleza de este paraíso perduré, por lo menos hasta la próxima Abril.





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