martes, 26 de junio de 2012
Cuento 4. La chaqueta.
La chaqueta.
Llevó años, llevando las misma chaqueta. Supongo que a la mayoría de la gente, le parecerá que mi chaqueta no tiene nada de especial. No es de una marca conocida, y su apariencia, al pasar el tiempo a ido haciendo juego con mi aspecto envejecido. Se ha ido desgastando, y su color, un día azul marino, se ha tornando un tanto gris. Su textura, antaño suave y cálida, ha pasado a ser un poco aspera y seca.
Pero con ella, mi cuerpo se siente abrigado, mi mente tranquila ,mi espíritu sosegado. Es como si llevará un amuleto en forma de prenda de vestir, que hace, que mi ser alcance un estado de bienestar, que con otras prendas de vestir no consigo. Eso para mi, es la magia.
Es curioso como las personas, cogemos cariño a las cosas;
Mi "amuleto" fue un regalo de mi abuela. Ella me la compró en una tienda cercana a su casa.
Mi abuela Ana, era aficionada a dar largos paseos. Le gustaba ir a caminar diariamente, y aunque la mayoría de las veces iba sola, siempre se llevaba consigo a su perra Kira, una pequeña chiguagua.
Una de las muchas tardes en la que yo iba a verla, decidimos salir a dar un paseo.
Antes de irnos, cogimos la correa de Kira, y una mochila que llenamos con botellas de agua, bocadillos y algunas galletas. Ese día teníamos pensado andar durante un buen rato, así que decidimos ir bien aprovisionadas.
Caminamos en silencio, la una al lado de la otra, mientras Kira, corría de aquí para allá moviendo el rabo, y olisqueando todo a su alrededor. No necesitábamos decirnos nada, nos sentíamos felices con nuestro andar tranquilo, sintiendo la calidez del sol en nuestras espaldas.
La salida del pueblo estaba cercana, y yo creía que en ese punto daríamos la vuelta, pero mi abuela me dijo que siguiéramos más adelante, porqué quería enseñarme un lugar que era especial para ella.
Dejamos el pueblo atrás mientras caminábamos por un campo lleno de olivos, mi abuela me guiaba y me contaba que ese era el lugar favorito de su infancia.
Ella vivió de pequeña en una casa, que ahora se encontraba en ruinas en ese campo, allí jugó, río, lloró y se hizo mayor. Los árboles le habían visto crecer, trabajar, y marcharse. Y ahora la veían hacerse cada día más vieja.
Me contó que cuando tenía 16 años, escribió en un papel, unas palabras con todo lo que quería ser durante su vida, y que lo enterró dentro de una caja de metal, justo debajo de uno de esos olivos.
El árbol en el que se encontraba la caja, era un olivo grande y frondoso, del que parecía salir una sabiduría infinita.
Me agaché en el lado izquierdo del tronco y escarbé en la tierra. Enseguida vi, una pequeña caja cuadrada, sucia y oxidada. Allí se encontraban todos los deseos y aspiraciones de mi abuela. Me moría de ganas por leer la nota. Pero ella no me dejó, me hizo prometer que la leería en el momento que ella falleciera, y aunque no me gustó nada que nombrará ese momento, lo acepté.
De camino a casa empezó a hacer frío, por lo que apretamos el paso, intentando llegar lo más rápido al pueblo.
Mi abuela, me dijo que quería hacerme un regalo, para que yo recordará ese día, y me obligó a entrar en una comerció de ropa. Escogí mi chaqueta azul, porqué a ella le gustó, decía que su color me favorecía.
Pasados unos meses, mi abuela falleció. Murió placidamente, y espero, sin ningún dolor, mientras dormía.
Lloré mucho su perdida, y la lloró a aún, pero me pongo mi chaqueta, mientras leo las palabras de mi abuela:
Quiero ser como este olivo: inocente y risueña en la infancia, fuerte en la juventud, y savia en la vejez, para que mis raíces , crezcan firmes al suelo y dejen marcas en la tierra.
!Hermosas palabras, abuela!
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Que bonito me encanta esas abuelas como se quieren yo no la puedo ver todo lo que quisiera pero siempre la llevo en mis pensamientos un beso atodas las abuelas....
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Un abrazo.
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