viernes, 29 de junio de 2012

Cuento 5. La estacion, de la vida.

La estacion, de la vida.


Recojo mis cosas despacio. Es la cuarta vez que estoy en prision este mes.
No me gusta robar, pero tenía hambre, y la limosna no funciona en mi caso.
Me llamó Miguel, y vivó en la calle. Robó para comer y para vivir. No tengo trabajo, ni familia, ni amigos.
De joven, tuve un accidente y tengo la cara quemada y desfigurada. La gente cuando me ve, gira la cara, se asusta o murmura algo sobre mi rostro.
Mi aspecto, se debe a un accidente de coche.
 Mi hermano y yo habíamos salido de copas cuando chocamos de frente con otro auto. El coche se salio de la carretera y empezó a arder. No consiguieron sacarnos fácilmente y cuando lo lograron ya era tarde, para uno de nosotros. Mi hermano murió al lado mío, casi quemado por completo, y yo ,bueno, mi cara se llevó la peor parte, pero también tengo quemaduras y secuelas en el resto del cuerpo.
Mis padres también están muertos. Fallecieron ara ya unos diez años, y aunque me dejaron la casa del pueblo y algo de dinero ya hace tiempo, que yo lo malgaste todo.
La muerte de mi hermano, me atormenta, y maldigo cada nuevo día que pasa en mi vida.
 Tenía que a ver sido yo. El era el inteligente, el virtuoso, el que habría terminado la carrera.
Me dirijo a la estación de tren, mientras me digo a mi mismo que esta vez tendré valor.
 Oigo llorar, hay alguien sentado en medio de la vía. Le gritó, pero no me contesta.
Me acercó por detrás. Es una mujer.
Su cabello canoso, me da pistas sobre su edad, puesto que todavía no consigo ver su cara. Es de noche, y aunque esta todo oscuro, hay en el cielo una hermosa luna llena, que alumbra, lo suficiente.
Se asusta, e intenta pegarme con un bastón mientras clava en mi sus enormes ojos verdosos. Déjeme me grita. Le digo que no le haré nada, que solo quería ver si estaba bien. Pero sigue gritándome. De repente se oye un ruido, puede que sea un tren, así que la cojo en brazos y la saco de la vía, mientras ella sigue golpeándome con el bastón y chillando.
Me he dado cuenta que no me ve. El bastón con el que me agrede, es un bastón de ciego.
Me quedó al lado suyo sin tocarla, mientras ambos lloramos.
Me dice, que se llama Clara, y que es ciega de nacimiento. Nos ponemos a hablar y me cuenta, que se siente cansada y sola.
Como yo, tampoco tiene familia ni amigos, y vivé sola en la casa que anteriormente fuera de sus progenitores. Sus padres la protegieron demasiado y ella se siente frágil e incapaz de seguir adelante.
 Yo le cuento sobre mi aspecto y ella me toca la cara suavemente. Mi corazón empieza a palpitar rápido, al mismo tiempo que empiezan a brotar lágrimas otra vez de mis ojos. ¡Hacía tanto tiempo que nadie me tocaba!.
Parece que la noche no llegará jamás a su fin, aunque a nosotros no nos importa. En nuestra mente, ya hace horas que ha vuelto a salir el sol.
Partimos juntos de la estación de tren. Ella me da la mano.
Hoy creo que el mundo me ha dado otra oportunidad, que lleva por nombre Clara.

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